Op. 43 Ritmos. Fantasía coreográfica. (1927)
Preludio – Danza lenta – Vals trágico – Garrotín – Intermedio – Danza exótica [sin interrupción].
(piano) (orquesta)
Minutación: 15’15»
Plantilla orquestal: Tres flautas (3ª flautín), dos oboes, corno inglés, dos clarinetes, clarinete bajo, dos fagotes, contrafagot, cuatro trompas, tres trompetas, tres trombones, el 3º tuba, timbales, percusión, arpa y cuerda.
Fecha de composición:
- 17 de octubre de 1927 al 13 de marzo de 1928.
- De la versión para piano: del 27 de marzo de 1928 al 14 de octubre 1928.
Dedicatoria: A María Luisa Rodríguez de Nin.
Editorial:
- Versión orquestal: Unión Musical Española, 1954. UME. 18920. (También en edición de ‘bolsillo’)
- Versión para piano:
- Unión Musical Española, 1928. UME. 16175.
Autógrafos: partitura 78 pp. En la portada: título, nombre y año 1928.
Versiones
Versión para piano.
Estreno
Fecha del estreno: 23 de octubre de 1928. Un concierto reservado a los socios de la Asociación de Música de Cámara de Barcelona. Repetición el 25 de octubre en concierto público.
Lugar del estreno: Palacio de la Música Catalana, de Barcelona.
Intérpretes del estreno: Orquesta Pablo Casals (Barcelona), dirigida por Joaquín Turina.
Transcripciones
Garrotín: Versión para dos guitarras por Rafael Balaguer. Editada por Unión Musical Española en 1976. UME. 22106.
Discografía
- Bamberger Symphoniker, dir. Antonio de Almeida – RCA Victor RD 60895 (15’40) – 1992.
- Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dir. Max Bragado Darman – Naxos 8.555955 (14’12) – 2002.
- Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, dir. Adrian Leaper – ASV CD DCA 1066 (15’10) – 1999.
- Orchestre Radio Symphonique de Paris, dir. Carlos Suriñach – Montilla CDFM 3018 (16’10) 1994.
Piano
- Antonio Soria – Edicions Albert Moraleda 6412 (15’32) – 2000.
- Jordi Masó – Naxos, 8.572141. 2010
Comentarios sobre la obra
Comentarios de Joaquín TurinaTexto incluido en el programa del estreno en Barcelona el 23 de octubre de 1928.
Crear una obra puramente coreográfica, representable y, a la vez, que pueda ser ejecutada en conciertos. Esta es la línea generatriz de Ritmos. Una vez resuelta esta idea va a surgir un nuevo plan dinámico, que podríamos decir ascendente, según el cual Ritmos presenta un paso progresivo de las tinieblas a la luz.
Un Preludio muy breve, y de ambiente tenebroso, sirve de preparación a la Danza lenta en ritmo de farruca, pero en compás ternario. Sigue un Vals trágico de relieves muy acusados, un poco apache, agrio a veces y, más tarde, suplicante. Es el tono de penumbra que sirve de paso al típico Garrotín, mucho más claro y optimista.
Un Intermedio, como un idilio amoroso, viene a ser el prólogo de la Danza exótica, agitada y alegre, dentro de los ritmos americanos, de la que surgen fórmulas genuinamente españolas, entre las cuales todo el mundo percibe los acentos suplicantes del Vals. Es la plenitud de la luz.
Incluido en el programa del estreno en La Habana el 24 de marzo de 1929.
Ritmos es un poema pensado coreográficamente y también una marcha hacia la luz. El Preludio inicial se desenvuelve en matices de oscuridad oscilando hacia el gris, color con que aparece la Danza lenta que le sigue. Viene después un Vals trágico, algo apache, a ratos exaltado, otros suplicante y todo él como proyectado bajo un tono rojizo. Al llegar el Garrotín la coloración aclara y el ambiente se torna rítmico y optimista, como preparación al Intermedio, que supone un idilio, luz rosada. Y en continua gradación surge la Danza exótica (charlestón), llena de alegría, luz blanca, y a ella vienen a mezclarse, como un recuerdo y sin que desaparezca el ritmo del charlestón, ecos del Vals trágico. Culmina esta Danza exótica en fuerte coloración, luz plena, límite potente de las diferentes fases que han venido sucediéndose del principio al fin.
Los colores de la música. El Debate (Madrid), 30.X.1928.
El estreno en Barcelona de mi obra Ritmos ha puesto sobre el tapete una cuestión muy interesante: la gradación de los colores en la expresión musical.
Claro que hay en todo ello una sugestión puramente individual y no nueva, ya que musicógrafos, como Juan d’Udine la han tratado bajo diferentes puntos de vista. Sin embargo, y con la intención decidida de no hacer afirmaciones concretas sobre un asunto cuyo subjetivismo ha de colocarse siempre en primer término, voy a permitirme preguntar si la sombra y la luz, en materias musicales, está en razón directa con la aparente velocidad de ritmo y la clasificación tradicional en géneros según la vulgar opinión. Más claro aún: ¿Son alegres todos los pasodobles y, por el contrario, tristes y melancólicos todos los adagios? A primera vista parece que así debe ser; pero, pensándolo un poco, se encuentran en seguida ejemplos numerosos que prueban lo contrario.La música, aparte su poder descriptivo, es un arte de sentimientos. Las sensaciones pesimistas encuentran en los sonidos su más completa realización y, aún en términos vulgares, se definen estas sensaciones con nombre de colores. Hay obras grises, como las hay punzantes e incisivas, que piden el color rojo. En literatura pueden llamarse obras blancas las que por su limpieza y moralidad se consideran exentas de tacha escabrosa; pero, en música, el color blanco es sinónimo de luz, y resplandece como un refulgente faro. Por estas razones, sin tratar de afirmar nada, creo yo que el dinamismo exterior tiene, en resumen, muy poco que ver con la mayor potencia luminosa de las obras. Algunos ejemplos aclararán, quizá, estos conceptos. El preludio de Lohengrin me parece uno de los más típicos modelos de blancura, a pesar de su movimiento lento y solemne. El dúo de amor de Tristán e Iseo pudiera considerarse como un optimismo rosado, dentro de su genial expresión de inconsciencia amorosa. Gran parte de la música de Strawinsky, con sus acusadas aristas y sus cortantes perfiles, la encuentro rojiza, con múltiples sombras negras, como las que producen los proyectores sobre fondos en relieve. Los preludios y las mazurkas de Chopin, tan suaves y tan románticos, me parecen azulados, transparentes, algo parecidos al azul límpido en los últimos momentos del atardecer. Y, para terminar, ¿no son negros y trágicos algunos de los llamados pasodobles toreros que, en el tono menor y con alegría artificiosa, predicen lúgubres tragedias?…
Otros datos
* El 23 de febrero de 1928 anota Turina en su Diario: «… Parece que termino un Garrotín, pero no lo concluyo».
* Estrenado en el Teatro Nacional, de La Habana, el 24 de mazo de 1929 por la Orquesta Filarmónica de aquella ciudad, dirigida por el autor.
* En París fue estrenada en el mes de diciembre de 1929 por la Orquesta Gaston Poulet dirigida por Vladimir Golschmann.
* La primera audición en Madrid tuvo lugar el 7 de abril de 1934 en el teatro Español, siendo interpretado por la Orquesta Filarmónica de Madrid y Bartolomé Pérez Casas como director.
* La partitura impresa consta de 84 páginas, asimismo la edición de ‘bolsillo’ (1954).
* El 15 de junio de 1928 fue entregada la versión de piano al editor.